Givry

Una estrella de la costa de Chalon

El Givry es uno de los vinos más famosos de la costa de Chalon, situada al norte de Saona y Loira, en Borgoña. El viñedo, que data de la Edad Media y cuenta con la denominación de origen controlada, se extiende por el territorio de tres municipios: Givry, Jambles y Dracy-le-Fort. Clos Salomon, Les Bois Chevaux, Clos-Jus, Servoisine: estos son algunos de los nombres que representan, entre otros, la calidad y la fuerte tradición de los vinos de Givry. La vid echa sus raíces en un suelo marrón, arcilloso y calcáreo. Los viñedos se encuentran a una altitud media de 250 m, en colinas bien expuestas al sur y sureste. Algunas bodegas apuestan hoy con éxito por la agricultura ecológica y biodinámica. El givry, un borgoña con carácter, comprende dos variedades de uva. El givry tinto, elaborado con Pinot noir, y el givry blanco, con Chardonnay, como la mayoría de los vinos de Borgoña. El blanco solo representa 33 hectáreas de las 270 hectáreas de viñedos explotados, pero merece mucho la pena probarlo.

Givry tinto: un carácter fuerte y un toque de violeta

El más conocido es el Givry tinto, con un bonito color granate tirando a púrpura. Bastante tánico, el vino tinto Givry se vuelve más redondo tras unos años en bodega. Los entendidos prefieren degustarlo tras tres o cinco años en frío para disfrutar al máximo de todos sus sabores. Es un vino de guarda, que se conserva sin problemas hasta ocho años. Con sus notas de frutos rojos y su toque de violeta, acompaña perfectamente al pollo, los embutidos o el queso. Perfectamente estructurado, será apreciado por los amantes de los vinos con carácter. Para seguir siendo 100 % borgoñón, se afirma como el compañero perfecto para una comida de especialidades locales. Las gallinas de Bresse más sabrosas, la ternera charolesa más tierna o los quesos de cabra de Mâconnais combinan a la perfección con su degustación. Las carnes rojas y las aves suelen maridar perfectamente con él, al igual que los pasteles salados. Si es usted aficionado a la historia, piense en Enrique IV y su poule au pot (pollo guisado). Ya en aquella época, el vino de Givry era una de las bebidas favoritas del soberano, famoso por ser un bon vivant. Servido a una temperatura de entre 13 °C y 15 °C, el Givry tinto da lo mejor de sí mismo.

Givry premier cru

El Givry premier cru es afrutado y, en ocasiones, con notas de madera. Calificados como finos y aterciopelados por los enólogos, los Givry premier cru son ideales para los paladares que aprecian los vinos finos y con cuerpo. Los premiers crus se cultivan en las laderas más altas de las fincas. Desde Champ-Nalot hasta Servoisine, cada aficionado encontrará su clima preferido.

Givry blanco: abejas y limoneros

Los Givry blancos, más raros que los tintos, seducen por su largo final en boca. Tienen un color amarillo dorado y un aroma a cítricos y limón. Frescos y bien equilibrados, estos blancos tienen mucha cuerpo. También se pueden conservar durante algunos años. Una estancia de uno o dos años en bodega revela perfectamente los sabores de tilo o lirio. Entre acidez y untuosidad, los vinos blancos de Givry han sabido encontrar, a lo largo de las vendimias, un equilibrio ideal. Son perfectos para acompañar lucios u otros pescados en salsa. En cuanto al queso, la combinación con un Saint-Nectaire fermier a veces deja soñando al final de la comida.